A través de su historia, la Patagonia se ha extendido como un amplio horizonte donde las mujeres han logrado conquistar importantes y diferentes espacios. El Hotel Las Torren ha sido testigo de la huella imborrable que han dejado mujeres como Liliana Kusanovic, Amor Eliana Marusic, Carolina Escobar y tantas otras que han hecho historia con su enorme compromiso y dedicación. Hoy conoceremos la historia de una mujer que se atrevió a explorar el desafiante mundo de los baqueanos.
Diana Cortés es oriunda de Santiago de Chile, y en el 2015 se unió a Las Torres Patagonia. Durante su primera temporada, se desempeñó como garzona en Refugio Chileno. Desde esa ventana, pudo ver a los valientes baqueanos, quienes con sus caballos pilcheros cruzaban el Paso de los Vientos para llevar víveres y suministros al refugio más cercano a las columnas de granito que dan nombre al parque. Luego, en su segunda temporada, trabajó en el Centro de Bienvenida, donde antiguamente se vendían las cabalgatas a nuestros pasajeros, espacio en el que sacó a la luz su intención de unirse al equipo de baqueanos.
Al finalizar su segunda temporada y luego de que el invierno se acomodara en la Patagonia, Diana emprendió un viaje al sur de España, cerca de Sevilla, para trabajar en un recinto turístico que prestaba servicios de cabalgata. Lugar en el que pudo aprender todo lo necesario para guiar cabalgatas, ajustar monturas y asesorar a jinetes con poca experiencia. La encargada de los caballos en este hotel español le aconsejaría a Diana que «no importa la edad ni ningún otro límite que uno se imponga; la actitud que se adopte frente a un nuevo desafío es lo que te lleva a crecer.
De esta manera, durante su tercera temporada, gracias al apoyo de Ramón Díaz, encargado de las pesebreras y la persistencia de realizar este sueño, finalmente comenzó a trabajar como baqueana. “Para mis compañeros fue impresionante lo muy en serio que eran mis ganas de hacer esto”, comenta.
“Entrar de lleno al trabajo de los baqueanos es otra cosa que verlo por fuera, por más cercana que uno se sienta a la pesebrera. El trabajo es realmente duro, y cuando toca mal clima, toca hacer la pega igual”, afirma Diana, para agregar que “me enfrenté a las situaciones más desafiantes de mi vida siendo baqueana”.
A Diana le tocó hacer de todo, desde llevar pasajeros a cabalgatas, entrar y sacar la tropilla e incluso pilcherear suministros a los refugios, tarea donde vivió su momento más complejo.
Antiguamente, los baqueanos solían hacer pilchereo hasta el Refugio Cuernos. En cierta ocasión, antes de comenzar su viaje, cayó una intensa lluvia que luego dio paso a un calor implacable, derritiendo las capas de nieve y haciendo que los ríos crecieran considerablemente. Uno de los ríos que tuvieron que cruzar había aumentado tanto su caudal que el agua les llegaba hasta la montura.
Diana esperó a que su compañero cruzara primero y, una vez que llegó su turno, decidió avanzar. Su yegua, Nina, luchaba por salir del río mientras las aguas la empapaban por completo. Confiando en el taloneo, Diana empujaba a su caballo para poder avanzar. «Si Nina hubiera dado un paso en falso, probablemente el río nos habría arrastrado a las dos», recuerda.
Finalmente, la yegua logró salir tras una larga lucha con las aguas, para luego ayudar también al caballo que iba amarrado detrás de ella, el cual llevaba la carga que transportaban. Diana simplemente miró a su compañero y soltó una larga risa nerviosa, emocionada por la impresionante experiencia que había vivido.
“La sensación de que lo logré, de que llegué al otro lado, de sentir la adrenalina, de haber cruzado un río así de la Patagonia… tengo muchas historias similares, pero esa es la que recuerdo más”, comenta Diana.
Durante dos temporadas, Diana se entregó por completo a la pesebrera, asumiendo diversos desafíos y ganándose el respeto y el cariño de sus compañeros, quienes la recuerdan con afecto.
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